miércoles, 12 de mayo de 2010

Pink Flamingos (1972)


Género: Trash, comedia sucia, Exploitation, Bizarre

Valoración: Desagradable obra de interés

Tan interesante es ver esta película como leer las toneladas de opiniones que ha levantado entre quienes la conocen. Opiniones para reírse, para enfadarse, para estar de acuerdo o en desacuerdo. Si a veces decimos que hay obras que o se aman o se detestan, ésta es sin duda el paradigma. Y si a veces algunos críticos pecan de utilizar demasiado esa frase de No dejará indiferente a nadie (en la mayoría de ocasiones hablando ¡precisamente! de mediocridades de las que nadie se acuerda al día siguiente) es con Pink Flamingos cuando debería emplearse esta frase.

Existen dos tipos de público para películas de este calibre. Por un lado el espectador desprevenido, inocente, ajeno a las corrientes culturales underground. Es un espectador a quien no le interesa qué hay más allá del mainstream o la cultura en boga. A este tipo de auditorio en el casi cien por cien de los casos le repulsará profundamente Pink Flamingos en todos los sentidos. Llega a esta cinta por divertida curiosidad o para verla con los amigos (¡No será tan chunga como cuentan!), y una vez la ha visto, se indigna.

En el otro lado, está el espectador con unas inquietudes que, si bien abarcan el mundo luminoso de Hollywood, se interesa, además, por todo lo que está debajo: ese submundo de las rarezas, de lo bizarro, de lo que no es políticamente correcto. Él valorará en su justa medida el filme de Waters, ¡lo cual no quiere decir que le tenga que gustar! Es posible que también le repugne, pero sin que ello sea óbice para que pueda darse cuenta de que se halla ante una gran obra de culto.

Película ultraiconoclasta, soez, perversa y pervertida, apestosa y cochambrosa, es difícil puntuarla del uno al diez. Si le pones un diez quizá hasta el mismo Waters se cabrearía. Si le pones un uno sus defensores son capaces de masacrarte. En todo caso, remarco que no es una obra para todos los públicos. No podemos acercarnos a estos personajes de submundo a la ligera. Ellos no intentan decirnos qué es el bien y el mal. Sencillamente, muestran un freak show de serie Z que puede ser indigesto para muchas personas. La filosofía en que se basa es algo así como ¿Quién puede ser más guarra que yo? Yo soy la persona más inmunda de este planeta y nadie me arrebatará el título.

De hecho, el argumento gira en torno a esta zafia premisa. Babs Johnson (Divine) vive en una mugrienta caravana junto a su madre (que hace gala de una extraña parafilia hacia los huevos), su hijo delincuente Crackers y su amiga Cotton. Ella es un personaje popular porque se le ha otorgado el título de ser la persona más inmunda del planeta. Pero hay una pareja, Connie y Raymond Marble, que hará todo lo que esté en sus manos por quitarle ese honor a la diva. Por cierto, esta pareja rapta y viola a jóvenes a las que deja embarzadas para después vender los hijos a mujeres lesbianas...

Esta trama da pie a toda una serie de diálogos antológicos que rozan el surrealismo. Acarrea toda suerte de insultos, vejaciones y situaciones antimorales. Podemos contemplar los actos sexuales de algunos de estos individuos. Actos que comprenden zoofilia, incesto, voyeurismo, podofolia (fetichismo por chupar los pies) e incluso, como en la escena final, coprofilia: célebre colofón del filme en que Babs recoge las heces que acaba de defecar un perro y se las come. A parte de estos comportamientos, hay multitud de guiños a la pornografía antimainstream más extrema que, a veces, ni siquiera por aquel entonces se había inventado, como por ejemplo sexo con comida (Babs se coloca un gran filete de carne entre las piernas para llegar al orgasmo mientras anda por la calle).

La estética camp inunda todo el filme. Hay un esfuerzo por ser desagradable, ordinario, vil y cruel, unos con otros, sin tregua. Aquel difuso concepto llamado ética se ha dejado de lado por parte de todos los personajes, y tácitamente se exige que el público tenga el valor de desprenderse también, durante una hora y media, de este aplastante valor moral.

En definitiva, una locura de obra que luchará por removerte la conciencia. Si tienes estómago podrás penetrar en el vastísimo ideario de un director genuino que no ha hecho una obra Exploitation únicamente para llamar la atención (ahora pienso en pedanterías como La posesión de Zulawski...), sino para dibujar una profunda caricatura del freak que (casi todos) llevamos dentro. Es, además, una crítica devastadora de los valores sociales de esa (y esta) época , tales como la sanguinaria competitividad o el ansia de notoriedad de los famosillos de turno. Para lograr todo ello Waters se sirve de su instrumento predilecto: el Trash más iconoclasta y difícil de digerir.

Recomendada a: freaks que busquen obras de culto de décadas pasadas. Gente con estómago capaz de econtrarle contenido o divertirse con semejante locura. No apta para todos los públicos, ni mucho menos.


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