miércoles, 5 de mayo de 2010

Almas de metal (1973)

Género: Ciencia ficción
Valoración: Buena

Muchas de las cintas de ciencia ficción de hoy se inspiran en esta película que dirigió el túrpido Michael Crichton.
Su argumento es sencillo pero, para la época en que se estrenó, a principios de los 70, supuso toda una revolución. Como suele suceder, muchas grandes producciones posteriores, incluso décadas más tarde, se embeben de algunas obras de serie B. Así, en este caso, la pequeña historia que planteaba Almas de metal, dio pie a James Cameron para rodar su Terminator en 1984. Y Paul Verhoeven calcó el planteamiento de las vacaciones futuritas fallidas para dirigir su genial Desafío total en el año 1990. Por poner sólo un ejemplo más, la floja Yo robot (2004) de Alex Proyas también quería hacerse acreedora a nuestra estima apoyándose en Almas de metal.
En un mundo en constante avance tecnológico, el tema de la rebelión de las máquinas está condenado a volver una y otra vez, pero no olvidemos que esta producción fue la pionera. De igual modo, la problemática del Gran Hermano (¿nos suena de algo?) es un tema hoy recurrente pero que nunca antes había sido tocado... U otros tantos temas inéditos que Michael Crichton arrojó a nuestras conciencias. Quizá el de más rabiosa actualidad sea el del virus informático.

Es, en definitiva, una película claramente irregular, que recibió varapalos de algunos críticos que focalizaron su atención sólo en los numerosos deslices del filme, así como en su pobre fotografía. Estos críticos, vale decir, no tuvieron en cuenta el paupérrimo presupuesto con que tuvo que pelearse el director. Estos problemas de dinero tampoco dieron para fichar precisamente a la Crème de la Crème de los actores y actrices del momento. A este respecto, la estrella del filme es sin duda Yul Brynner y, muy a la zaga, le sigue un neófito James Brolin. Ambos cumplen bien su cometido, especialmente Yul a pesar de que su repertorio de frases robóticas sea más seca y hostil que un roñoso ordenador MSX.
Las escenas de acción son pintorescas y a veces filmadas a cámara lenta, a imitación del estilo de S. Peckimpah, que estaba muy en boga. En especial, me resultaron graciosas las sucesivas apariciones del androide al que encarna Yul y a quien siempre acaban matando a tiros hasta que, harto, se rebela y deja aflorar su "personalidad" de pistolero infalible. De niño, esta escena me impresionó muchísimo pero hoy me arranca unas sonrisas. Por demás, la tensión de la película es un tanto irregular y existen fallos, pero se logra una sutil mezcolanza entre comedia, ciencia ficción y wetern nunca vista. Ello, unido a los logros de un buen argumento y al premonitorio volcán de temáticas (todas adelantadas a su tiempo), convierten a esta obra en un clásico que se eleva meritoriamente por encima de sus propias flaquezas.

Recomendada a: Coleccionistas de clásicos que se rían sanamente de efectos especiales desfasados.

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