martes, 18 de mayo de 2010

Ellos (2006)


Género: Sustos fáciles a golpe de sonido
Valoración: Bastante mala

Esta tarde tenía ganas de ver algo de terror, algo bueno. Sin querer asumir la dura realidad de que hay poca cosa que valga la pena, fui a la zaga de algún producto realmente valioso que todavía no hubiera visto.

Por desgracia di con la película equivocada, como suele suceder. Se trata de un filme de David Moreau poco recomendable, a no ser que seas masoca y tu fetiche predilecto sea el aburrimiento. Ya desde el inicio se nos da una pista sobre qué clase de terror va a ofrecerse: el de sustos a base de subir mucho el volumen súbitamente. El espectador que ya sea medianamente ducho en estos lares adivina que lo más sensato es salir de la sala de cine (o, en su caso, apagar el DVD) y no perder el tiempo.

Pero a veces somos tan buenos que le seguimos dando un voto de fe a la película (máxime cuando alguien nos la ha recomendado: ¡que sí, que sí, que es muy buena!) aun cuando la cosa va de mal en peor. Y es que no existen los milagros. Siguen los efectos manidos, los sustos de manual que apestan a un kilómetro de distancia y, a la postre, toda una caterva de tópicos calcados de otros filmes (Viernes 13, Scream, Halloween) con la clásica inapetencia del director sin talento.

Insoportable tufo a sobresalto fácil y previsible, con jóvenes protagonistas muy tontos que serán acosados (siempre después de hacer el amor) por malos que tienen el don de la ubicuidad y de hacerse invisibles (aunque sus botas industriales y manchadas de barro siempre hagan crujir el suelo).

Obra para dejarte frustrado en la butaca y para que maldigas el poco talento que prima en esta industria. Dicen que hay que ver el lado positivo de las cosas. Pues sí, estos filmes tienen un punto a su favor. Sirven para que cuando, muy de vez en cuando, aparece en cartelera una buena película sepamos valorarla como se merece y digamos: ¡Por fin! ¡Bienvenida seas!

Recomendada a: Nadie.

domingo, 16 de mayo de 2010

Hasta que llegó su hora (1968)


Género: Western
Valoración: Obra maestra


Yo soy el clásico espectador de cine al que no le gusta que le mareen demasiado. Me gustan las películas buenas en su género. Quizá tiren más de mí las de terror y algunos dramas carcelarios. Como a muchos cinéfilos me ha sucedido algo. Amé de pequeño los westerns. Puedo jurar que los amé con pasión. Mis hermanos y yo conocíamos a la perfección las hazañas de Gary Cooper, Yul Brinner o John Wayne, aunque a lo mejor no supiéramos cuáles eran los nombres de estos héroes, ni los de las películas en que aparecían. Jugábamos a érase una vez en un Oeste muy lejano y peligroso, un pistolero... Recuerdo esas sesiones hogareñas de cine en la década de los 80, cuando los sábados y domingos por la tarde echaban alguna de vaqueros por la tele y uno se tumbaba en el suelo para descubrir si el duro de Kirk Douglas desenfundaría más rápido que el forajido de turno. Mi padre se sabía de memoria los nombres de todos los actores y las bellas actrices, pero nosotros no hacíamos mucho caso ni falta que nos hacía. A James Stewart, por ejemplo, ya le habíamos bautizado como Lavaplatos.

Sin embargo, años más tarde eso desapareció. Nos hicimos mayores y, con nosotros, el cine. El western clásico falleció y comenzamos a ver otro tipo de cosas más sofisticadas. John Houston, Howard Hawks, John Ford dejaron paso a Spielberg, Scorsese, Bertolucci, Kubrick, Oliver Stone, Ridley Scott, James Cameron, Coppola, etc. Eran también grandes directores pero tenían escaso o nulo interés por el género épico. Con ello, los adolescentes y adultos experimentamos una especie de reeducación artística. Los héroes de cine ahora eran de otro estilo. Forrest Gump era el héroe, o bien Willem Dafoe haciendo de Elías en Platoon, o el mismo Schwarzenegger de Terminator. Pero del Far West no había ni rastro, le habíamos perdido la pista. Únicamente los nostálgicos como José Luis Garci vivificaban aquellos clásicos de Ford, montando acalorados debates televisivos que unos pocos trasnochadores aguantábamos. ¿Qué se había hecho de Wayne? Alguien tenía la respuesta: De los pocos directores de cine que se atrevieron a resucitar la épica de los pistoleros el mejor fue Clint Eastwood, con obras de enorme calidad, tales como El jinete pálido (1985) y Sin perdón (1992).

Fue entonces y sólo entonces cuando los infieles como yo recordamos nuestro antiguo amor: el western. Esa amada a la que habíamos dejado tirada en un rincón. Y rescatando cintas del olvido, buscando algo nuevo, uno se tropieza con un director italiano que se llama Sergio Leone. Vamos, un nombre romano que parece ahuyentar con su extravagante cadencia a cualquier cinéfilo con buen gusto. Si además, te enteras de que rodaba un pitorreo denominado spaghetti western ya nada bueno podías esperar de él. A lo sumo el gordo de Bud Spencer repartiendo leña (¡Placa-placa!), para hilaridad de un público menor de edad.


Pero andaba yo muy equivocado. Hasta que llegó su hora (1968) es una película bellísima, con unos diálogos antológicos, que aúna ese western italo-macarrónico con el clásico norteamericano. En fin, las virtudes de esta obra maestra se ponderan por sí solas. No hace falta ningún comentario.

Mención especial merece la banda sonora de ese genio llamado Ennio Morricone, capaz de opacar con sus melodías cualquier escena de una película que no sepa dar la talla. Morricone tiene una extraña cualidad: sabe poner música al vuelo de una mosca, al árido suelo de un desierto, a la mirada asesina del más pérfido de los villanos. Es la música del hombre genial, capaz de poner sonido a lo que pareciera que no puede tenerlo. Sólo hay unas pocas mentes priviliegiadas en el mundo capaces de medirse con el susodicho, tales como las de John Williams, Jerry Goldsmith y Vangelis.


En cuanto a las interpretaciones, descubrí que Charles Bronson podía deleitarme con una actuación tan verídica como la de Eastwood, incluso diría que pareciendo bastante más duro que éste. Como alguien dijo, Bronson es una roca de granito. Cierto, basta mirar sus ojos inclementes o su cuello de búfalo. Y qué decir de Henry Fonda. Si creíamos que no se podía ser más malo que Lee Van Cleef paladeando un palillo o que Jack Palance, íbamos muy errados. Yo no recuerdo ninguna película en la que alguien asesine a niños de un disparo con el placer con el que lo hace un odioso Fonda. En cuanto a Jason Robards (Cheyenne), le tocó hacer un poco el figurín del pícaro Eli Wallach, pero con un toque más tierno y enamoradizo.

Obra maestra donde las haya que nos recuerda dónde encontrar verdaderos héroes, hombres de piedra, miradas en primer plano, el polvo que levantaban los cadáveres al estrellarse contra el suelo. Los disparos de revólver. Balas que surcan una atmósfera llena de asesinatos, peligros y hazañas. Los sueños y contingencias de quienes querían levantar una nueva ciudad, creando una leyenda. Aquella época donde la paciencia era casi un valor moral. Saber esperar. Todo era lento: la llegada del tren, las noticias, los telegramas... Todo reposando en una especie de éter en el que se llegan a oír los ruidos de las moscas y de las gotas cayendo sobre la frente de un hombre negro.

Una calma sólo existente en el western, preámbulo siempre de la muerte y el polvo. No hay verdadero silencio, sino una maraña de zumbidos y gestos en la mirada: códigos secretos que advierten de algo, hasta que la mano prodigiosa de Morricone arranca unos acordes que hacen evidente que la Muerte ha llegado, desde el pasado al presente, andando por el desierto. Armónica desenfunda y dispara contra un cuerpo borroso. Al morder el polvo ese cuerpo pregunta:
-¿Quién eres?

Y Armónica responde con un gesto. Suficiente con un gesto.

Recomendada a: Todo el mundo.

viernes, 14 de mayo de 2010

Moon (2009)


Género: Supuestamente ciencia ficción
Valoración: Mediocre

Tengo una excentricidad. Con según qué películas, antes de escribir mi crítica me gusta empaparme leyendo todas las opiniones que el público ha vertido en la Red. En el caso de Moon no son pocas. Me ha llamado la atención la lucidez que demuestran muchos espectadores al repudiar sin rodeos una cinta que, a pesar de sus tintes engolados, no es más que una reminiscencia de otras obras. Totalmente de acuerdo con ellos.

Se ha dicho mucho acerca de lo que Duncan Jones debe a 2001, de Stanley Kubrick. Y es cierto. Su ópera prima no es realmente un homenaje, como algunos afirman, puesto que las descaradas alusiones son algo más que inocentes referencias. Todo el arsenal de Moon gravita obscenamente alrededor de 2001. Es una película inexperta que, a falta de personalidad, ha recreado la atmósfera del clásico de Stanley K. (No es malo aprender de los grandes pero ¡ojo!, sin calcar). Los diálogos que Sam Rockwell mantiene con Hal 9000 ¡perdón!, quiero decir con Gerty, retrotraen con demasiada impertinencia al clásico. Asimismo, los supuestos guiños a Solaris o a Triangle son más que inocuos guiños. Decir que es un refrito de varias películas sería cruel pero la tentación es grande.

He visto críticas de algunos espectadores que han elaborado densas listas con las incongruencias de la trama. Sin entrar en deliberar si verdaderamente ello destruye la verosimilitud de Moon, sí que es cierto que hay un momento en que el ritmo del filme pierde fuelle. Los dos clones comienzan a hacer sus numeritos en la estación espacial, buscando un poco la rechifla del auditorio, y la credibilidad del argumento se resiente profundamente. Por otro lado, el misterio se desvela muy pronto y todo se torna bastante predecible.

Las expectativas del público de ver un producto que les deje durante horas o días pensando se ven truncadas por un argumento lineal que, de hecho, no se impregna de lo que entendemos por Sci-fi, así como tampoco tiene interés en jugar a explorar incógnitas del universo: el tiempo, el espacio, las dimensiones, otras formas de vida, etc (como parece que se nos promete en algunos planos del principio, por ejemplo el del fantasma de la mujer en la butaca). Y es que colocar una estación espacial denominada Selene a guisa de decorado, y en ella embutir un argumento plano cuyo arcano máximo estriba en descubrir el escondrijo donde dormitan los clones, no basta para satisfacer a uno de los públicos más exigentes del séptimo arte. Los amantes de la ciencia ficción buscábamos algo más.

La huida de Sam de la de la estación es precipitada e inverosímil, además de predecible. Descubrimos que ha logrado llegar a la Tierra por una voz emitida desde un canal de noticias (burdo efecto) que nos refiere las proezas del clon denunciando la explotación laboral, etc. Duncan Jones remata, así, su obra con una infantiloide crítica social.

Si hay que sacar una moraleja de este filme es que puedes ponerle al robot Gerty la voz de Kevin Spacey pero aunque la mona se vista de seda, mona se queda. Y aquí la mona nos ha salido sin verdadero talento. Leí una entrevista a Duncan en la que decía: Mi padre, Bowie, me enseñó a ser creativo.

Vale, ahora sólo te queda ser creativo.

Recomendada a: Amantes del sci-fi que no sean demasiado exigentes.

Dead Man (1995)


Género: Western filosófico
Valoración: Cargante, decepcionante

Como ya se está convirtiendo en una costumbre en mi pequeña rutina diaria, me siento con el doloroso peso de poner en tela de juicio las cualidades de una película generalmente aclamada por los críticos.

Digo aclamada, que viene de clamor, pues no es otro el estado de espíritu casi catártico con el que los seguidores de la dupla Jim Jarmusch/Johnny Depp defienden la supuesta genialidad, enormidad y originalidad de este filme.

Siempre parto de una misma premisa, para mí sagrada: Una película debe gustar. Dígase entretener, deleitar, atraer o hasta cautivar, me da igual. Si, por el contrario, en contra de esta premisa tan elemental, esa obra produce tedio o confusión (por no decir somnolencia) podemos pensar en que algo ha fallado.

Dead Man puede dividirse en tres etapas. Comienza muy bien, diría que hasta de modo brillante. El viaje de William Blake en ese cochambroso tren es prodigioso. La escena es lenta pero logra sugestionar con esos paisajes cada vez más agrestes y áridos que Blake contempla en el exterior, y con esos pasajeros de un rostro inclemente que a ratos cruzan la mirada con el ridículo muchacho de ciudad. Después, llegado a la urbe industrial la atmósfera es kafkiana. El momento en que Depp pierde su trabajo sin siquiera haberlo estrenado, frente a las risas de un grupo de viejos cobardes y estúpidos, provoca que nos pongamos en la piel del neófito que no puede enfrentarse ni al grupo, ni al Winchester de Robert Mitchum, ni a lo desconocido. Es una situación que superaría a cualquiera.

La andadura de Blake por la avenida del pueblo, sin saber adónde ir, logra mantener la tensión. El lugar es inhóspito a más no poder, máxime cuando no se tiene apenas dinero en el bolsillo y cuando tu vestuario parece estar gritando: Disparen a este pardillo presumido. Hay incluso una impactante escena de una felación en plena calle que nos deja sorprendidos, indicio de que no nos hallamos ante un producto típicamente cándido de Hollywood. Tras matar, preso del pánico, al mismísimo hijo de Robert Mitchum, Depp, herido de bala, tiene que emprender una desesperada huida, iniciándose así la segunda fase del filme. En esta parte el ritmo cambia. Blake desfallece en las montañas y es recogido por un hombre de raza india (Gary Farmer). Mientras tanto, el potentado del pueblo (Mitchum) ha puesto precio a la cabeza del fugitivo.

El indio ayuda, por puro altruismo, al fugitivo herido (Depp). Este indio dice llamarse Nadie, aduciendo ciertas explicaciones de corte filosófico. Y es así como penetramos de lleno en la poética mística de Jarmusch, que conduce toda la película hacia derroteros metafíscos que algunos espectadores bien pudiéramos calificar de pedantes... Aún queda un remanente de buena tensión que va perdiendo calado, no obstante, a medida que los cazarecompensas se matan entre ellos.

Es en esta tercera parte del filme cuando la tensión decae y el ritmo se torna muy lento. Hay escenas en que Blake y Nadie cabalgan despaciosamente entre árboles mientras este último suelta un discurso ontológico digno del mismo Aristóteles. La obra ahora se compone de pequeños mosaicos ideológicos que terminan en fundidos en negro. Puedo asegurar que todas las personas que no somos seguidoras de la mística de Jarmusch o de las bartoniadas de Johnny Depp, nos hemos quedado en este momento fuera de la narrativa del filme.

Fotografía de libro, frases poéticas, épica impenetrable y... muuucho tedio. Por poner un ejemplo, en un momento dado Blake se ha convertido de la noche a la mañana en un pistolero muy rápido. Según Nadie porque ahora debe escribir sus poesías con sangre... En definitiva, se nos fusila con un mar de metáforas y situaciones esotéricas encaminadas a dar a entender que estamos contemplando un viaje iniciático hacia la muerte, pero de alguien que ya esta muerto, sin saberlo, aunque tampoco está muerto en este mundo. Este hombre es, además, el poeta William Blake, aunque ontológicamente no lo es... Claro como el agua, ¿no?

Me gustaría que alguien retomara ese primer tercio del filme (obra maestra), y lo culminara manteniendo la calidad y la tensión narrativa que tenía, sin andarse por las ramas. Pero en el cine hay infinidad de ejemplos de películas que empiezan con contundencia y no saben cómo seguir. Como el corredor inexperto que empieza una maratón como si corriera los 100 metros lisos y se queda sin resuello nada más empezar. Dead Man es un ejemplo de ello.

Recomendada a: Amantes del cine de Jarmusch. Amantes del cine con tintes metafísicos. Para incondicionales de Johnny Depp.

miércoles, 12 de mayo de 2010

Pink Flamingos (1972)


Género: Trash, comedia sucia, Exploitation, Bizarre

Valoración: Desagradable obra de interés

Tan interesante es ver esta película como leer las toneladas de opiniones que ha levantado entre quienes la conocen. Opiniones para reírse, para enfadarse, para estar de acuerdo o en desacuerdo. Si a veces decimos que hay obras que o se aman o se detestan, ésta es sin duda el paradigma. Y si a veces algunos críticos pecan de utilizar demasiado esa frase de No dejará indiferente a nadie (en la mayoría de ocasiones hablando ¡precisamente! de mediocridades de las que nadie se acuerda al día siguiente) es con Pink Flamingos cuando debería emplearse esta frase.

Existen dos tipos de público para películas de este calibre. Por un lado el espectador desprevenido, inocente, ajeno a las corrientes culturales underground. Es un espectador a quien no le interesa qué hay más allá del mainstream o la cultura en boga. A este tipo de auditorio en el casi cien por cien de los casos le repulsará profundamente Pink Flamingos en todos los sentidos. Llega a esta cinta por divertida curiosidad o para verla con los amigos (¡No será tan chunga como cuentan!), y una vez la ha visto, se indigna.

En el otro lado, está el espectador con unas inquietudes que, si bien abarcan el mundo luminoso de Hollywood, se interesa, además, por todo lo que está debajo: ese submundo de las rarezas, de lo bizarro, de lo que no es políticamente correcto. Él valorará en su justa medida el filme de Waters, ¡lo cual no quiere decir que le tenga que gustar! Es posible que también le repugne, pero sin que ello sea óbice para que pueda darse cuenta de que se halla ante una gran obra de culto.

Película ultraiconoclasta, soez, perversa y pervertida, apestosa y cochambrosa, es difícil puntuarla del uno al diez. Si le pones un diez quizá hasta el mismo Waters se cabrearía. Si le pones un uno sus defensores son capaces de masacrarte. En todo caso, remarco que no es una obra para todos los públicos. No podemos acercarnos a estos personajes de submundo a la ligera. Ellos no intentan decirnos qué es el bien y el mal. Sencillamente, muestran un freak show de serie Z que puede ser indigesto para muchas personas. La filosofía en que se basa es algo así como ¿Quién puede ser más guarra que yo? Yo soy la persona más inmunda de este planeta y nadie me arrebatará el título.

De hecho, el argumento gira en torno a esta zafia premisa. Babs Johnson (Divine) vive en una mugrienta caravana junto a su madre (que hace gala de una extraña parafilia hacia los huevos), su hijo delincuente Crackers y su amiga Cotton. Ella es un personaje popular porque se le ha otorgado el título de ser la persona más inmunda del planeta. Pero hay una pareja, Connie y Raymond Marble, que hará todo lo que esté en sus manos por quitarle ese honor a la diva. Por cierto, esta pareja rapta y viola a jóvenes a las que deja embarzadas para después vender los hijos a mujeres lesbianas...

Esta trama da pie a toda una serie de diálogos antológicos que rozan el surrealismo. Acarrea toda suerte de insultos, vejaciones y situaciones antimorales. Podemos contemplar los actos sexuales de algunos de estos individuos. Actos que comprenden zoofilia, incesto, voyeurismo, podofolia (fetichismo por chupar los pies) e incluso, como en la escena final, coprofilia: célebre colofón del filme en que Babs recoge las heces que acaba de defecar un perro y se las come. A parte de estos comportamientos, hay multitud de guiños a la pornografía antimainstream más extrema que, a veces, ni siquiera por aquel entonces se había inventado, como por ejemplo sexo con comida (Babs se coloca un gran filete de carne entre las piernas para llegar al orgasmo mientras anda por la calle).

La estética camp inunda todo el filme. Hay un esfuerzo por ser desagradable, ordinario, vil y cruel, unos con otros, sin tregua. Aquel difuso concepto llamado ética se ha dejado de lado por parte de todos los personajes, y tácitamente se exige que el público tenga el valor de desprenderse también, durante una hora y media, de este aplastante valor moral.

En definitiva, una locura de obra que luchará por removerte la conciencia. Si tienes estómago podrás penetrar en el vastísimo ideario de un director genuino que no ha hecho una obra Exploitation únicamente para llamar la atención (ahora pienso en pedanterías como La posesión de Zulawski...), sino para dibujar una profunda caricatura del freak que (casi todos) llevamos dentro. Es, además, una crítica devastadora de los valores sociales de esa (y esta) época , tales como la sanguinaria competitividad o el ansia de notoriedad de los famosillos de turno. Para lograr todo ello Waters se sirve de su instrumento predilecto: el Trash más iconoclasta y difícil de digerir.

Recomendada a: freaks que busquen obras de culto de décadas pasadas. Gente con estómago capaz de econtrarle contenido o divertirse con semejante locura. No apta para todos los públicos, ni mucho menos.


martes, 11 de mayo de 2010

De pelo en pecho (Teen Wolf) (1985)

Género: Comedia de terror adolescente
Valoración: Entrañable, un clásico

Me encanta hacer este tipo de críticas sobre bagatelas de los 80. Esa década maravillosa que reivindicamos tanto quienes a la sazón éramos adolescentes. ¿Serán tan pesados reivindicando sus épocas juveniles los que ahora son unos pollos? Parece ser que no. Pero los que vivimos esa edad de oro ahora la amamos con añoranza, no la olvidamos: jugar al Quién es quién; el hacer un teléfono cutre con un hilo y dos yogures; mascar chicle Boomer con la pandilla (¡en la calle!) vestidos todos con chándal de esos que también lucían los drogadictos; destrozar playmobils o, ¡sí!, ir al cine y ver una de Michael J. Fox.

Él era el eterno adolescente, el chico de familia respetable que se rebotaba, sin pasarse demasiado, contra los carcas de sus padres. Él era quien sabía ser seductor tartamudeando con las manos en los bolsillos y atusándose nerviosamente el pelo. Representante sin igual de esa década adornada con melodías de The Cure, Madonna, Michael Jackson o The beach boys. Corte de pelo perfecto, cara aniñada, siempre metiéndose en líos, él era el chico elegido al que todos queríamos parecernos. Si ibas a la peluquería te daban ganas de decirle al barbero: hágamelo igual que al protagonista de Regreso al futuro. Por cierto, ¿saben nuestros hijos que si la moda de hoy dicta llevar la camiseta por fuera es porque así lo inventó este simpático chaval que se desplazaba en monopatín?


Y con esta cinta de Rod Daniel también nos encandiló... De hecho, es una chorrada de película. Analogía del adolescente que sufre una metamorfosis en su cuerpo. Al principio se asusta, pero después comienza a encontrarle el gustillo a eso de estar cambiando. Como digo, pura analogía de los cambios de la edad del pavo. En la historia aparecían dos féminas: la rubia y la morena. La rubia quería estar con Fox por amor a la popularidad, mientras que la discreta Susan Ursitti era la de corazón puro, la que estaba de veras enamorada del licántropo adolescente. No obstante, para qué mentirnos: ¡Muy verdes en cuestiones de ética moral, todos nos volvíamos locos por la rubiaza! Máxime en esa escena en que se queda en sujetador, provocando temblores bochornosos en el chico. ¡Qué recuerdos!

Joya de los 80, un clásico que hoy día puede causar cierto estupor, pero que había que visionarla cuando apareció en los cines. Lo mejor de todo, J. Fox y, antes que nada, el tener 13 años en el momento de verla. Imposible calificarla según los cánones actuales, cuando la mayoría de películas llegan corrompidas por una gélida digitalización. La era pre-internet era otra cosa.

Recomendada a: Nostálgicos de ese cine teen de la década de los 80.

Zombies party (Shaun of the dead) (2004)


Género: Comedia de terror. Parodia
Valoración: Aprobado muy justo

Me daba pereza tener que poner a caldo, nuevamente, un producto alabado por absolutamente todos los críticos de la web en la que habitualmente participo (muchocine.net). El caso es que se me olvidó tan incómoda cita hasta que hace pocos días leí la crítica del compañero Xalons. No solamente recordé mi compromiso aplazado de plasmar las 2 ó 3 ideas que tengo acerca de Shaun of the Dead, sino que me reconfortó saber que al menos hay una persona más a quien no le gustó el trabajo de Edgar Wright.

No quiero caer en el extremismo, de modo que reconozco que no es una obra pésima, ¡pero tampoco voy a elevarla a la categoría (como he leído) de obra maestra! Si eso es una obra maestra, el listón de la calidad artística en general ha bajada mucho en algún momento en que me debí quedar dormido en los laureles.

La génesis de Shaun of... es ésta. Los amiguetes Simon Pegg (Shaun en la película) y Wright tienen la idea cachonda de rodar esta obra mientras se hallan realizando un capítulo de la serie de televisión Spaced. Ellos mismos escriben el guión, para lo cual dedican un tiempo de 18 meses. Según cuentan, pretendían acercarse un poco al estilo cómico de Sam Raimi, pero no viéndose capacitados para ello (sabia determinación...) deciden enfocarlo desde otro ángulo. Es decir, hacer un poco lo que salga.

Este hacer la película a salto de mata, contando con algunos momentos de improvisación y con la participación de Nick Frost (Ed), otro coleguilla de Pegg y Wright, ex camarero sin mucha experiencia en la interpretación, se trasluce a lo largo de todo el film. Afirman que deseaban, más que burlarse, hacer una especie de homenaje al cine de zombies del maestro Romero, pero lo que consiguen es elaborar un popurrí de escenas caricaturescas de algunas cintas que visualizaron expresamente para preparar su obra, tales como La noche de los muertos vivientes (1968) o Perros de paja (1971). Para intentar paliar esta falta de consistencia, se adivina un esfuerzo por empotrar a toda costa un supuesto hilo argumental que se desinfla por momentos (la historia de desamor entre Shaun y su novia).

A mí la sensación que me dio es la de estar tragando una colección de chistes entre camaradas que gastan de un sentido del humor muy propio que ya ha hecho callo entre su público. Algo así como si en España los cómicos Buenafuente y Berto tuvieran la ocurrencia de llevar más allá alguna broma gastada en algún plató de televisión, para rechifla y gozo de sus fans trasnochadores. Es una cinta atiborrada de bromas cándidas e ininterrumpidas, en la onda de Los Simpson. De esas comedietas que cuando ves el tráiler piensas que pueden ser harto divertidas, pero que una vez estás en el cine se te empiezan a hacer pesadas (como me pasó, por ejemplo, con Austin Powers). Hay escenas muy logradas, como cuando el grupo se pone a ensayar cómo parecer un muerto viviente, pero la tónica general es de un humor fácil y superfluo. Por demás, estos gags reiterativos no hilvanan ninguna trama interesante, ni ningún verdadero homenaje al género (como sí sucede en la gran Zombieland). Es meramente eso, un cúmulo de sketches unos con más gracia que otros. Sea como sea, resulta difícil llegar al final sin oír tremendos bostezos en la sala de cine. Bostezos de gente que espera el siguiente gag para descerrajar una carcajada aprendida (Ja-ja-ja), buscando el coro armonizado de la sala entera.


¿Se puede rodar una buena película de gags? Por supuesto que sí, y hasta una obra maestra. Sin embargo, para ello se necesita del talento de un Blake Edwards (y del concurso de un genio como Peter Sellers en El guateque), o incluso, si se quiere, de un Rowan Atkinson o hasta de los Monthy Python . Personajes todos ellos cuya sola presencia desprende una hilaridad mágica, cada uno en su estilo. Pero estos chicos británicos de Zombies Party se han lanzado al género más difícil cuando en la piscina no había ese líquido llamado talento.

Recomendada a: Grupos de amigos que quieran echarse unas risas.


lunes, 10 de mayo de 2010

Ginger Snaps (2000)

Género: Terror, licantropía
Valoración: Aceptable, no está mal

Las hermanas Brigitte y Ginger odian a los adolescentes de su instituto. Ellas, inmersas en su ideario gótico, se consideran unas chicas profundas e interesantes, aunque nadie sepa darse cuenta de ello. Sueñan con que algún día todas esas personas superficiales se percatarán demasiado tarde de lo que han perdido, cuando ellas ya se hayan suicidado. Sin embargo, un licántropo que ataca a Ginger, la hermana mayor, trunca sus siniestros planes. A partir de este suceso, ella comenzará a sufrir una angustiosa transformación, que además resultará ser contagiosa. Brigitte intentará hallar un antídoto para salvar a su hermana.

El filme es enérgico, a semblanza de los clásicos de terror adolescente de la década de los 80 y 90. Está atiborrado de fiestas, morreos, música a tope, piques, tirones de pelo entre muchachas y bastantes porros, además de contar con la presencia prototípica de los padres plastas que no se enteran de la misa la media. Mucha concomitancia con la galaxia Cronenberg (canadiense, cómo no...) en un filme que resucita los tópicos de la licantropía, si bien viéndolos desde la óptica del propio hombre lobo y experimentándolo como infección indeseada. En todo ello recuerda mucho a la superior Un hombre lobo americano en Londres (1981), a la desenfadada Teen Wolf (1985), a Wolf (1994) y otras obras que comparan el hecho de ser licántropo con padecer un mal degenerativo de origen ignoto.

Para ser una película del año 2000, Ginger Snaps no aporta realmente nada nuevo en este sentido. Es meramente horror teen (con mujeres lobo de por medio) que se incrusta directamente en sus numerosos precedentes, sin personalidad para despegarse de ellos. El filme, curados como estamos de espanto, no logra dar lo que se dice miedo, así como tampoco cuajan los intentos de entronizar un humor macabro, pero la verdad es que la cinta se puede ver con agrado. Está bien hecha y se sigue con interés, lo cual ya es mucho, habida cuenta del panorama cinematográfico que nos llega.

Recomendada a: Amantes del género de licántropos o de terror teen, que no tengan demasiadas exigencias.

domingo, 9 de mayo de 2010

The descent (2005)


Género: Sustos
Valoración: Malilla
Bueno, pues una vez más me toca a mí ser quien ponga a parir una película de la que todos cantan aleluyas. Y una vez más voy a huir de fusilar con datos de referencias y procedencias varias, para centrarme, meramente, en qué es lo que veo mal y lo que veo bien de este producto.

Lo que veo bien es el inicio, la sección del accidente de tráfico y todo lo que la envuelve. También veo un buen pulso narrativo en todo lo que concierne a ese espíritu aventurero del grupo de féminas. El encuentro en esa especie de cabaña del tío Tom, donde cada una de las mujeres suelta sus perlas por la boca, bromitas, ordinarieces y toda clase de joyitas para que quede claro que ninguna quiere parecer en absoluto una doncella delicada.

Se mantiene la coherencia y el ritmo durante la incursión en la cueva e incluso se alcanza, en mi opinión, lo que es el clímax de la cinta: esos atascos angustiosos en pleno túnel que nos hacen sentir una horrible claustrofobia. Sin embargo, a partir de aquí se va todo al garete. Hubiera sido una excelente película de suspense o aventuras si la mente del director no hubiera querido hacer su particular plagio de Alien , el octavo pasajero pero a lo chabacano. O bien si hubiera tenido el pulso necesario para sostener lo que era hasta el momento una asfixiante tensión. Pero, ¡ay!, aparece el monstruito encorvado babeando gelatina (¡toma Alien!). Y lo que es peor, irrumpen de pronto decenas de monstruos que caminan por el techo y las paredes.

Pero no pasa nada, si bien las féminas empiezan amedrentadas pronto se convierten en mataharis de pelo en pecho. ¡Toma ya! ¡Toma sablazo! ¡Toma patada de full contact! ¡Toma mirada asesina de la morenaza! Y sin comerlo ni beberlo, como ya es habitual en este cine tan y tan creíble, las señoritas se han convertido en las hermanas gemelas de Tomb Raider. ¿Que no tienen ni un musculito en sus modelados cuerpos? ¡Ey, que no pasa nada! Aquí estas tías pegan unos mamporrazos de la ostia que tumban a los musculados humanoides como si fueran de cartón. ¡Y encima ganando en el terreno de ellos! Y es que después de evolucionar durante milenios en sus cuevas (su casa), adaptando sus sentidos a este hábitat agreste, llegan las tías y se los zampan vivos. Totalmente verosímil. ¿Cómo no va a ser creíble? ¿Acaso no somos la súper raza, la especie animal más fuerte, la más dotada físicamente? Pues claro que sí, trágate el hot dog con patatas de una sola estacada, chaval.

A partir de aquí el filme es un caos de ataques, carreritas, escondrijos y planos copiados de la susodicha obra de Ridley Scott. Por lo demás, atreverse a asegurar de esta película que es de terror es ser muy benevolente. Dejémoslo en que es de sustos, pero eso ya no sorprende pues desde el inicio se nos deja claro que lo que vamos a tener es susto a golpe de flash de imagen y subida de la música. De un verdadero clima de terror, Nanai de la China.

Y bueno, hay una escena en que, por error, una de las señoras (Juno) mata a otra. Repito: por error de la señorita, no vayamos a mortificarla. Hacia el final ésta recibe su merecido, pues otra de las chicas supervivientes le clava un piolet en la rodilla. ¡Qué simpática! Acto seguido, con mirada de Kill Bill (Oh, qué dura), la abandona malherida entre los humanoides, que no dudan en comérsela. Por supuesto el director, habiendo perdido ya todos los papeles, busca nuestra aprobación. A estas alturas yo ya me estaba riendo a carcajada limpia. Cuando la lógica de un filme se ha perdido, todo parece la fantasía brotada de la mente de un niño que se ha puesto a garabatear en una libreta.

Todas estas batallitas con los monstruos (con la cámara moviéndose entre puñetazos dignos de Mike Tyson) y todos los piques entre las señoras, están aderezadas con el vocabulario soez de las mismas. Así por ejemplo, cuando una se cae rompiéndose el hueso de la pierna, que se le hace añicos rasgándole la piel, dice fríamente: Más os vale bajar a buscarme (yo ya esperaba que sacara la pólvora y se autocurara, a lo Jhon Rambo). El caso es que sus compañeras tienen que levantarla del suelo y ella gime Arhj, cabronas. En fin, frases desubicadas que casan con la tónica general de los diálogos brotados de estas barbies pero con espíritu de presidiarias y habilidades de Dolph Lundgren (el rubio de Rocky IV, para entendernos). Insisto: cómete tú el fish and chips de un solo trancazo, que yo no puedo tragármelo...

Si algunos dicen, como he leído, que es Miedo en estado puro... Te hará temblar... De las más terroríficas de todos los tiempos... Yo me pregunto qué películas de miedo han visto. Pobre William Friedkin, ¿qué debe pensar al ver esta clase de películas?

Recomendada a: Amantes de las Spice Girls que no asumieron la separación del grupo.

Hard Candy (2005)


Género: Terror, suspense
Valoración: Pasable, no está mal

Parto de la lectura de algunas críticas de esta película. Pienso que las opiniones hacen justicia a la calidad del filme, aunque hay algunos extremos con los que no comulgo. En concreto, decir que se trata de uno de los mejores trhiller de todos los tiempos me parece una exageración. Por supuesto todas las opiniones son respetables, máxime partiendo de esta sabia premisa: sobre gustos no hay nada escrito.

Sea como sea, todos mis colegas han argumentado muy bien sus opiniones, y ahora le toca a un servidor. Hard Candy tiene un buen guión, y en esto ya discrepo de algunas opiniones que achacan un guión pobre. Hay que distinguir entre guión y argumento, así como entre calidad y cantidad. Es decir, que un guión (valga tanta redundancia) contenga sólo uno o dos hechos importantes, no tiene por qué implicar que sea flojo. Por el contrario existen, pongamos por caso, grandes piezas teatrales como Tío Vania (Chéjov) en las que hay una insondable profundidad de sentimientos encontrados que se ponen de manifiesto a través de los diálogos, habiendo en rigor muy poca acción. O qué decir de Un tranvía llamado deseo (Elia Kazan), ¿acaso tiene un guión pobre porque no haya muertos, explosiones, viajes y aventuras? Muchas veces los mejores guiones explotan unos pocos hechos, confiriéndoles una dinámica extrema, una trama de diálogos sustanciales que nos transportan a un mundo de sensibilidad mucho más trascendental que una obra colmada de sucesos.

Dicho lo cual, reiterar que en mi opinión Hard Candy sí tiene un buen guión, por bien que con un argumento escueto: Jeff, de 35 años, seduce, vía cibernética a una adolescente de 14 años. En su primer encuentro real, Jeff logra que su víctima acceda a subir a su casa. En ella, el pedófilo creerá estar ultimando su lúbrico plan, engatusando a la niña para que se deje fotografiar desnuda, pero de pronto Jeff pierde el conocimiento. Se despierta maniatado. Hayley es ahora el verdugo, que torturará al pervertido por todos los abusos que éste ha cometido, especialmente por el asesinato de la menor Donna Mauer.

Con estos elementos se teje una trama llena de juegos sádicos, sin que realmente veamos sangre, en los que Ellen Page puede lucirse como cínica perturbada/justiciera. Nombrándose a sí misma como abanderada de todos los niños abusados del mundo, someterá a algunos suplicios psicológicos a Jeff, quien pasa a ser juzgado, condenado y ejecutado. La pena es tajante: ¡que le corten los cojones!

Existen algunos fallos de forma en el filme, por ejemplo el mostrarnos desde el inicio el cartel de una adolescente desaparecida (Missing), o el hecho de que Hayley tenga que explicarnos ce por be cómo el cínico Jeff encontraba en Google o Amazon las informaciones de los escritores y grupos musicales favoritos de ella. Con este tipo de cosas los espectadores nos preguntamos si de veras parecemos tan imbéciles a los directores de cine. Además, hubo un momento en que me pregunté dónde demonios había aprendido Hayley a hacer toda esa clase de nudos (que ni el mismo Popeye el marino después de comer espinacas se hubiera atrevido).

Además me alucinó cómo conseguía mover y levantar una niña de apenas 50 kilos de peso a un adulto de unos 80 kilos. Por otra parte, Patrick Wilson es tonto pero que muy tonto, pues cae en todas las trampas de la caperucita roja transpuesta. Todo ello hace que, en primer lugar. el filme vaya despojándose del aura de realismo que contenía durante los 15 minutos iniciales y se convierta en un burdo juego esquemático (un poco en la veta de Saw) que nos tenemos que creer porque... bueno, por cojones. Y en segundo lugar, provoca que exceptuando el giro inesperado inicial en que el lobo pasa a ser oveja y viceversa, todo el resto de la película se haga en extremo previsible y un poco increíble. Todo ello sin entrar en razonamientos sobre la inquebrantable locura (estructuralmente perfecta) de una niña de 14 años, con conciencia de ser la redentora de la maldad del planeta, y con la inteligencia de trazar un plan impecable, aún teniendo que lidiar con el factor improvisación (patadón de Maradona en la cabeza incluido).

En definitiva, una buena película, pero que no es, ni de lejos, una obra maestra. En cuanto a lo de que es una de las obras más indigestas y malsanas llegadas a Hollywood y que trata el tema de la pederastia... En fin, eso no es tratar el tema de la pederastia, sencillamente es hacer pivotar un poco el argumento sobre un suceso entre un pedófilo y una adolescente, sin sutileza psicológica alguna. Si lo que se quiere es una película que sabe y tiene voluntad de adentrarse realmente en esta materia, véase El leñador, de Nicole Kassell, donde se precisa de la participación de un actor de la talla de Kevin Bacon para dar profundidad psicológica, y sobre todo ¡verosimilitud!, a una obra de esta temática.


Recomendada a: Amantes del terror psicológico que sean poco exigentes con fallos de verosimilitud garrafales.

sábado, 8 de mayo de 2010

Déjame entrar (2008)

Género: Terror, vampiros, drama
Valoración: Muy buena

La sólida Drácula de Bram Stoker; la cómica, por bien que terrorífica Noche de miedo; la estúpida Entrevista con el vampiro; la lúcida Vampiros de John Carpenter; la pretenciosa Jóvenes ocultos; la étnica Blade; la sorprendente 30 días de oscuridad; y un largo etcétera de películas vampíricas rodadas en las 2 ó 3 últimas décadas, tienen algo en común: todas quieren ser distintas a las anteriores.
Algunas lo consiguen, otras no. Y está claro que algunas lo logran con más acierto que otras. Blade, por ejemplo, aspiró a ser diferente por el hecho de poner a un vampiro negro, en vez de blanco; además de dotar a la criatura con técnicas de karate... ¿Eso distingue a un chupasangre de los que ha habido anteriormente? Pues sí, no diré que no. Pero es una de las maneras más burdas y fáciles de perseguir la "originalidad". Y el caso es que sobre este mismo eje revolotean las ínfulas de genialidad de la mayoría de producciones.
-Si tú pones a un vampiro en el presente, yo lo pongo en el pasado (¡chúpate esa!); si tú lo haces blanco, yo me lo invento afro; que tú le añades tintes de criatura filosófica y sabia, pues yo lo reinvento como un gamberro adolescente.
De hecho, cuando todos estos elementos subyugan a una película vampírica, decimos que hemos penetrado en el terreno de los tópicos y de los efectos manidos. Éstos, a su vez, conducen a una obra hacia la peor de sus muertes: ser predecible. Así, la pestilente inventiva de algunos directores y guionistas intenta atrofiarnos el sentido del buen gusto. Y llega un punto en que ¡estamos hartos de ver siempre a la misma criatura pero con distintas caretas! No obstante, a veces, en contadas ocasiones, irrumpe un director con un enfoque distinto. Pero esta vez sí: Distinto. Su originalidad va más allá de los decorados, del color de la piel o de la longitud de unos colmillos.

Tomas Alfredson (ese director elegido), no se rinde a los tópicos, ¡los somete! Cabalga sobre ellos, los hace sus siervos. Y en este punto de maestría, esos mismos tópicos se dejan conducir servilmente y se convierten en elementos deliciosamente vertebradores. Saber jugar con tópicos, sin ser típico, es dificilísmo... El director, aquí, es amo, no esclavo.
Y como amo, puede moverse libremente. Puede reinventar, por fin, una historia sobre vampiros. No le hace falta incorporar grandes efectos especiales, ni gastarse millones de dolares en reparto. Ya puestos, ni le es menester mostrar los colmillos de la criatura. Sencillamente, con un buen guión, mucha honestidad, maestría, las cosas claras, esta película conduce a una meta. Una pequeña historia que toca infinidad de temas y penetra en lo más íntimo del ser humano y la sociedad.
Pequeña joya llena de sentimiento y que pide nuestra complicidad. No apta para púberes romos ni para gente que cree que Pelle el conquistador es un título futbolístico.

Recomendada a: Ti, si estás cansado de las mismas películas de vampiros y crees que ya se ha dicho todo en este tema.

Automaton transfusion (2006)


Género: Terror, zombis
Valoración: Mala

Pésima producción de zombis que quiere subirse al carro de otras películas de la misma temática pero de verdadera calidad, tales como 28 días después y su secuela 28 semanas después. Pero sin conseguirlo, lógicamente.

Lo cierto es que da hasta pereza perder el tiempo en desmenuzar este churro, porque no hay por donde cogerlo. Si lo hago es porque me gustaría prevenir a posibles espectadores que estén buscando una buena película de miedo. Para empezar esta producción está plagada de errores e incongruencias que, ya desde los primeros minutos, hacen que como espectador que buscas un mínimo de coherencia te cabrees. Por ejemplo, un zombi aparece en el colegio y tras un pequeño susto inicial, todos los estudiantes siguen tan tranquilos, planeando la fiesta del día siguiente.

Otra pifia durante los primeros minutos: después del incidente absurdo del zombi en el instituto, y tras el surrealismo de que ya nadie se acuerda, un joven llega del instituto a su casa, no ve a su madre en el comedor y ya se pone alerta, subiendo aterrorizado por las escaleras (¿Mamá...?). ¡Como si él supiera que se trata de una película de zombis!

Aparece un chico ensangrentado en la fiesta, y los que están ahí le preguntan como si no pasara nada: ¿Qué tal tío, todo bien? Y otras incongruencias estrepitosas como que al principio del filme un muerto viviente es derribado de un puñetazo, pero luego tienen una fuerza sobrehumana capaz de partir a una persona en dos.

En cuanto a los diálogos, el más trepidante que existe es éste:
-Debemos regresar al coche.
-No debimos bajarnos.
-Yo no salgo de aquí.
-Bueno, quédate a que te coman.

Para que el producto comercial sea completo, el director intercala sin ton ni son escenas de cama con besuqueos empalagosos (muacs, muacs). Los efectos especiales más sofisticados son zombis cuyas caras, de forma idéntica, están bañadas en una sangre muuuuuy roja. Además, da pena el ataque de los zombis, mordiendo filetes de carne cruda que Miller debió comprar un día antes en el Carrefour, toda vez que se quiere aparentar que aquéllos devoran a un ser vivo.

Las interpretaciones son de esa clase tan lamentable que cuando algún actor quiere hacer ver que va a llorar, el espectador adivina las ganas de aquél de echarse a reír delante de la cámara (sí, lo mismo que hacen los Morancos de Triana). Los tópicos lo inundan todo, siempre capitaneados por algunas frases de manual: Hay que disparales a la cabeza o Hay cientos de ellos. Y por si la película no apestara ya lo suficiente, Miller quiere golpearnos con un sentimentalismo fácil y casposo con frases tan ridículas como ésta:¡No voy a dejar que esos malditos se coman a todos mis conocidos!

A la postre, en esta película he experimentado algo que hacía mucho que no sentía. Llega un momento en que te ríes. Si estás con los amigos, mejor que mejor, pues es de esas películas de un pseudoterror tan chabacano que mueve a la sonora carcajada. No puedes aguantarte. Las interpretaciones malísimas, los gritos falsos, los entrecotes del supermercado Condis, los efectos especiales que hacen que uno se ruborice... todo es penosamente delirante. Me recuerda a esa película de miedo que todos hemos querido filmar, cuando niños, con los amigos del barrio o los hermanos, y que años después hace que te desternilles de la risa, sobre todo por las sobreactuaciones hilarantes, las risillas, las pedorretas que uno hacía con el sobaco, detrás de la cámara. O porque aparecía por una puerta tu mejor amigo mal disfrazado de monstruo, y nadie sabía por qué aparecía en aquel momento. En cuanto al grupo de los héroes que batallan contra los zombis pues, ¡quién iba a ser sino el archiconocido grupito de adolescentes de instituto, con sus ligues, sus piques! Es decir, el recurso más facilón para llenar con un poco más de paja los minutos del metraje, a falta de imaginación. Y eso no es todo, señores. Que aún queda el topicazo final. Como dice uno de los actores, vestido de paramilitar y con un puro a lo Fidel Castro:

-¡Los zombis no son un puto accidente...! Somos conejillos de indias.

Y extrae de un cajón los informes del gobierno donde queda claro que todo ha sido un experimento del Estado. Así, el director también tiene la jeta de querer apalear nuestra inteligencia con una estúpida crítica social. En definitiva, película sólo recomendable a grupitos de adolescentes que quieran echarse unas risas viendo una de zombis muy mal hecha. En cambio, a los que busquen algo serio y digno, les insultará a la inteligencia.


Recomendada a: Coleccionistas del género zombi, sin importarles la calidad del producto.

jueves, 6 de mayo de 2010

La posesión (1981)


Género: Indefinido, supuestamente terror

Valoración: Pésima, infumable

Tras ver esta película y tras leer innumerables opiniones, críticas y ensayos sobre la misma, se me ha planteado una duda sobre cómo redactar mi opinión. Me he dicho: podría fusilar mi crítica con un sinfín de datos enciclopédicos y referencias al uso, cuanto más redichas y pomposas mejor, como parece que es obligado siempre que se habla de un director polaco. ¡Pues no! Me niego a bajar tímidamente la cabeza frente a una pedantería de película que lo que quiere es, precisamente, suscitar un hervidero de elucubraciones. Definitivamente, no voy a enfrascarme en esa clase de discusiones sobre el sexo de los ángeles que tanto gusta al esnob.

Hace unos días colgué una crítica sobre la obra Bad Boy Bubby, que también puede clasificarse como cine de autor. Nunca me cansaré de alabar esta clase de joyas iconoclastas, demoledoras e inteligentes. Pero cuando una película ensoberbecida y vacía como La posesión quiere subirse al carro del cine independiente, hay que hacer un alto en el camino, plantar la palma de la mano y decir: No, tú te quedas en la puerta.

Hay una cosa que en cualquier filme me repatea profundamente: los diálogos engolados de una pedantería tan extrema que te sientes caer más y más en un pozo de surrealismo. Al final, el sinsentido y el existencialismo barato son tan fútiles que no entiendes nada. No hay doctrina alguna detrás de tanta mímica extrema. ¿Cómo te vas a creer una discusión de pareja en que él parece estar citando a Proust y ella le contesta con una mirada alucinada antes de ponerse a declamar un fragmento de los Diálogos de Platón? La verdad, yo me pregunto si cuando estás en Polonia o en Francia y paras a alguien por la calle para pedirle la hora, éste te mira con lágrimas en los ojos, se quita el sombrero y, saltando encima, te grita: ¡El destino de los hombres está hecho de momentos felices, toda la vida los tiene, pero no de épocas felices! (Nietzsche). En fin, demasiados diálogos imposibles que te expulsan una y otra vez del filme.

El guión es infantil a más no poder, con un monstruo arrancado del manga japonés más cutre. Asesinatos absurdos, sobreactuación pura y dura, guión lamentable, manierismo vacío y efectos especiales de risa. Es cómico el supuesto ataque de posesión demoníaca que le da a la Adjani en el túnel del metro, sin duda esforzándose por alejarse del célebre bailongo de Linda Blair en El Exorcita pero, por ello mismo, calcándolo gesto a gesto (cuanto más queremos huir de algo, más en mente lo tenemos. La originalidad, y menos la genialidad, no pueden partir de un acto premeditado). Y es que hay una cosa que está clara. La pretensión de querer ser diferente no garantiza que vayas a serlo. Y, lo que es peor, sin la técnica, sin el talento, sin los conocimientos necesarios, no puede hacerse nada interesante. El medio que el autor pedante e impaciente utiliza para rodear este muro, normalmente consiste en machacar con una dosis de existencialismo pusilánime. O bien ir por una vía aún más rápida. Dar algo que dé que hablar: ultraviolencia, ultrasexo, ultraesnobismo, etc.

Lo más gracioso de todo esto es que cuando una película es tan rematadamente gilipollas se crea un mito a su alrededor. Los freaks han oído hablar de ella, pero nadie la ha visto. ¿Será tan impactante? Leen que es una película controvertida, y se emocionan. Vaya, nos emocionamos. Pues sí, yo también leí que era una obra maestra, que era algo que desasosegaba. Bueno, no diré que no. Desasosiego consigue crearlo, pero porque te preguntas cómo te has gastado 8 euros en este DVD.

A quienes les interese seguir divagando sobre el tema, les recomiendo el brillante texto de Juan Carlos Matilla, en la página Judexfanzine. Tiene una frase que lo resume todo: ¿Experimento narrativo o tomadura de pelo?

A la postre, esta película (¿?) me recuerda al Manuscrito Voynich. Un texto en clave cuya cifra han intentado romper sin éxito innumerables criptógrafos a lo largo de muchos años. No se sabe qué dice, ni de dónde proviene, ni de qué época es. Está escrito en un alfabeto desconocido cuyo origen se desconoce. Sin embargo, a día de hoy cada vez son más los expertos que están de acuerdo en que que se trata de un simple fraude. Es decir, el texto no dice nada. Lo mismo que la obra de Zulawski. Ésta, además, aburre.

Recomendada a: Nadie. Pero si eres coleccionista de rarezas, aunque carezcan de valor artístico, puede que te interese. Es un DVD difícil de encontrar. A mí me costó 8 euros cuando di con él.

miércoles, 5 de mayo de 2010

Conversaciones con Dios (2005)


Género: Drama. Cine con mensaje

Valoración: Agradable, más que aceptable

Película de corte televisivo y basada en el Best seller de Neale Donald Walsh. Cuenta la historia de cómo la vida del cincuentón Neale se hunde por momentos. Cuando se halla sin trabajo y sin su familia, se encuentra con un grave problema añadido: no puede pagar el alquiler y se queda en la calle. Por si eso fuera poco, se ve envuelto en un accidente de tráfico del que sale con el cuello roto.

Así las cosas, se verá malviviendo en un camping para indigentes, donde trabará amistad con algunos de los habituales. Llegado un momento, Neale sabe que no puede permanecer sin hacer nada; no desea seguir los pasos de sus nuevos compañeros, siempre cuesta abajo entre alcohol y excusas para no plantar cara a la vida.

En esta encrucijada la película se torna bellamente espiritual. Hay que decir que el protagonista, interpretado por Henry Czerny, cae verdaderamente simpático. Es el vecino o el cuñado que todos desearíamos tener. Y en definitiva uno querría poder traspasar la ficción del filme para echarle una mano a este buen hombre (por bien que en la vida real nos crucemos cada día con un Neale y nadie haga el más mínimo intento de ayudar).

A muchos os bañará en lágrimas. A pesar de reunir en sí bastantes tópicos del denominado cine con mensaje, ofrece un interesante giro filosófico o mágico. Se agradece un argumento sólido y que el guión no haya caído en cursilerías molestas. Relato de superación personal y crítica social que simpatiza con cualquiera de nosotros. Según cómo te encuentres anímicamente, puede parecerte la película de tu vida o la estrella polar a seguir.

Recomendada a: Almas sensibles en una tarde de domingo sin plan de salir de casa.

Papillon (1973)


Género: Drama penitenciario

Valoración: Excelente, una joya

Magnífica película protagonizada por Dustin Hoffmann y Steve McQueen (basada en la autobiografía de Henri Charrière). En ella nos sumergimos en diferentes parajes: el siniestro correccional de la Guayan francesa, selvas vírgenes, islas paradisíacas pobladas de indígenas, un convento y también visitamos algunos momentos oníricos (pocos) de estremecedora claridad.

Es la historia de dos hombres condenados a cumplir una larga condena. La prisión es tan dura que el filme no tiene la oportunidad de revisitar, afortunadamente, siquiera uno solo de los tópicos del clásico drama carcelario (la ley del más fuerte), sino que todos los presos, hambrientos, sucios, quebrantados física y moralmente, son uno solo, una masa informe que se duele y que intenta sobrevivir al tifus, a las bacterias y la inanición.

En este caldo de cultivo nace una proximidad entre dos hombres. Al principio por interés: el forzudo Papillon se ofrece al enclenque Louis Degas para protegerle a cambio de dinero. Pero poco a poco, al pasar los años, florece una especie de afecto. Esta amistad se fortalece, sobre todo, en el momento en que Papi arriesga su vida para defender a Degas de la brutal paliza de un oficial y, posteriormente, en el momento en que el mismo Degas le devuelve el favor enviándole bajo cuerda unos cocos a la celda de castigo.

Es una historia densa, llena de aventuras, diálogos breves pero contundentes, miradas de reojo que lo dicen todo, sentimiento y desesperación. Pero frente a todo, brilla un ansia por alcanzar la libertad merecida. Los presos tienen la conciencia de estar pagando un precio exagerado en comparación a sus crímenes. Son tratados peor que animales: a palos, a trabajos forzados en los que se les pone en trance de muerte una y otra vez (como en la escena del cocodrilo). Así, es inevitable la idea de la fuga. El plan de fuga se torna un hervidero de secretos, murmuraciones, un proyecto de escaparse al que se añaden dos o tres reclusos más. Dos de ellos son el sensible Robert Deman y el crepuscular Julot (Don Gordon).

La huida en sí es tan apasionante como la estancia en el correccional. Llena de aventuras bien puede haber inspirado la película entera Apocalypto de Mel Gibson. Y, cómo no, en esta hazaña no podía faltar la traición que comete el personaje más odioso de todo el filme, la madre superiora del convento.

Sin embargo, si hubiera de destacar un episodio de esta extensa obra sería la reclusión de McQueen en el hoyo, esa celda de castigo digna del mismísimo conde de Montecristo: llena de moho, ratas y cucarachas que el cada vez más esquelético hombre ha de comerse para no morir de hambre. Esos momentos son una lección sublime de cine: entre cuatro desconchadas paredes vemos cómo se consumen los mejores años de este extraordinario personaje. Primero se queda amojamado como un fantasma, después se le ennegrecen los dientes y se le cae media dentadura. Los momentos oníricos rebelan una incipiente locura, desbordada por el sentimiento de culpabilidad. En una pesadilla un juez divino le señala con el dedo:

-Yo te condeno por haber cometido el peor de los crímenes. ¡Desperdiciar tu vida!



Tras unos años en ese horrible cubículo, cae enfermo (...dime, ¿qué aspecto tengo? ¿Tengo buen aspecto? No sé qué aspecto tengo). Finalmente, ese hombre que tiene una gran mariposa (papillon) tatuada en el pecho, símbolo de la libertad, termina sus años de condena. Ya ha cumplido su deuda con la patria. Se le permite deambular por la Isla del Diablo, aunque ahora encerrado de por vida por los amenazadores acantilados y el insalvable océano. Se produce el rencuentro con el eterno amigo, Degas, cuyo cerebro acusa los estragos de una fuerte paranoia. En esta isla Degas es feliz, ha aprendido a amar su pequeña dosis de libertad; conversa con los cerdos y planta cereales. Pero Papi sigue anhelando una libertad real, la que cierto día le arrebataron injustamente y que ya se ha convertido en una obsesión, en entidad metafísica que hay que aprehender sea como sea. ¿Acaso puede encerrase a una mariposa en un pote esperando que algún día se resigne...?

Es en este momento cuando esta obra maestra adquiere algunos matices cómicos, con los dos amigos que ahora parecen protagonizar El planeta de los simios, peludos y con los dientes podridos. Y al final la mariposa logra volar, literalmente, frente a los espasmos atónitos de un Degas muy emocionado que no puede evitar llorar viendo cómo el oleaje se lleva, para siempre, al único amigo que ha tenido en la vida.

Absolutamente recomendable canto a la amistad. Una historia sin fuegos artificiales, sin aportes extravagantes ni momentos obligados de amor carnal. Largometraje de casi tres horas que se levanta sin complejos frente a sus evidentes errores de producción, como por ejemplo el de la escena final, cuando Papi está en la barquita y podemos divisar la presencia de un especialista nadando por debajo.

Esta oda a la libertad está bautizada con una banda sonora santificada, arrebatadora, de esas que hoy día se desechan por ser poco comerciales. Una banda sonora de Jerry Goldsmith, nada menos. Cine en estado puro, limpio de las lacras que hoy hacen tanto daño al verdadero séptimo arte.

Una joya única de la que no encontrarás antecedentes. Tampoco nadie, posteriormente, ha logrado crear nada parecido.

Recomendada a: Amantes del cine de gran calidad.



Las ruinas (2008)


Género: Terror
Valoración: Interesante, resultona

Imaginaos una película de típico grupito de jóvenes de excursión; clásico viaje a una tierra desconocida, subdesarrollada, donde conocen a un individuo del que no deberían fiarse pero se fían dejándose arrastrar a algún sitio (Hostel, Borderland, Turistas...). Imaginaos el trillado tema de terror entre ruinas exóticas, las pirámides, los bichitos que se meten por el cuerpo, como en La momia.
Y, además, intentad imaginar un argumento tan chorra como el de unas plantas asesinas. Pues sí, reunid todos estos elementos, agitad la coctelera y temblad. ¿Qué puede salir? ¿Algo tan túrpido como la serie El día de los trífidos, de la BBC? Pues hubiera podido ser pero, por fortuna, el talento del director, Carter Smith, lo evita. Además, las interpretaciones de los actores son notables y contribuyen a que nos creamos que esas plantas diabólicas se mueven, estrangulan a las personas y las poseen. Incluso nos creemos que las flores pueden aprender a mimetizar el sonido de un teléfono o de una voz humana.
Me recordó a La invasión de los ultracuerpos (1978), sobre todo por la atmósfera mefítica, los olores putrefactos, las metamorfosis del cuerpo humano y, en general, la idea de que una fuerza de la naturaleza desconocida tome el poder, prácticamente mientras dormimos. Los efectos especiales son pobres, pero también en eso el talento tanto del director como de los actores se bastan para que no haya problema.
Es una lección magistral de lo que un buen guión puede hacer con muy pocos elementos. Elementos, por demás, encerrados en un decorado simplicísimo: casi toda la película tiene lugar en un pequeño descampado al aire libre. Podría ser hasta una obra de teatro. Memorables algunas escenas, como la que protagoniza la chica rubia, cortándose con un cuchillo para tratar de arrancarse al invasor que se le ha metido dentro.
Sólida, resultona, impactante y rodada con buen pulso. Sin ser Las ruinas una obra maestra, la inmensa mayoría de producciones del género de terror que salen en cartelera tienen muchísimo que envidiarle.

Recomendada a: Gente que guste del buen cine de terror, sin esperar una verdadera obra maestra.

Bad Boy Bubby (1993)


Género: Drama. Cine de autor
Valoración: Obra maestra

Si eres o te consideras un verdadero freak debes ver esta película. Su argumento bien pudiera haber acicateado las mentes tórridas de algunos chiflados de la historia, como la de Josef Fritzl, el llamado Monstruo de Amstetten.
El argumento es simple: todo lo que Bubby sabe de la vida es lo que ha aprendido encerrado en un sótano. Su madre, único ser humano al que ha visto en sus 35 años de existencia, le ha hecho creer que afuera flota un virus mortal en el aire. Aquélla, obesa y agresiva, usa a su hijo como un simple muñeco para satisfacer sus necesidades sexuales. Bubby tiene dos juguetes, un gato y las numerosas cucarachas que corretean por el pringoso suelo. Cierto día vuelve a casa el padre de familia, tras 35 años sin aparecer. El regreso de este hombre, igual de pérfido que la madre, supondrá un antes y un después en la vida de Bubby...


La irreverencia de la película es abrumadora, el vocabulario empleado, que incluye toda clase de blasfemias, supuso un escándalo en la sociedad de la época (y aún hoy escuece lo mismo a los estratos puritanos). Nick Hope borda un papel extraordinario que ha pasado a ser un icono en el mundo freak. Próximo al más descarado Jack Nicholson de Alguien voló sobre el nido del cuco pero mil veces más desquiciado. Su sola mirada inunda la pantalla, con unos ojos azules más animales que humanos pero, a la par, dueños de una insólita telepatía que hipnotiza hasta al espectador más distraído.
Desde luego no es una cinta apta para todos los públicos, pues puede herir susceptibilidades algo conservadoras, o te pueden echar a puñetazos de tu casa si te pillan viéndola. Yo conocí esta cinta con apenas 18 años, a las tantas de la madrugada, y me quedé alucinado. Hoy, tras revisitarla me he sentido igualmente fascinado por el trabajo de la dupla director-actor, que ofrece una visión de la sociedad desde la óptica de un trastornado lúcido, o de un adulto con la mente rasa pero con unas capacidades de aprehensión próximas a las de un genio. De hecho, pienso que este filme propone ese acertijo: ¿qué sucedería si encerráramos a un sabio entre cuatro paredes, toda su vida? Tal vez sea un biopic del propio Rolf de Hees, genio con las alas cortadas.
Por desgracia, durante los primeros veinte minutos hay algunas escenas de maltrato animal que impiden disfrutar del filme todo lo que se merece.
Cine de autor recomendado a gente extrema, gente que ha llorado, reído y sufrido mucho en la vida. Ejercicio purificador que te propone destruir todo lo que conoces durante 112 minutos, para rozar con los dedos una catarsis mística inundada en lágrimas.
A quien le interese, el tema musical de la película corresponde al Largo de la ópera Xerxes, de Handel.

Recomendada a: Mentes abiertas a otros modos de hacer arte. A gente con inquietudes que no se echen a correr si oyen una blasfemia o ven los pechos de una mujer obesa.